Monarquía argenta
Gozamos de una extraña monarquía .
Lo conseguimos!!, somos un país europeo. Siiiii!! Tenemos un hermoso país con lo mejor del viejo continente: verdes campiñas, montañas nevadas, interminables costas marítimas , lagos cristalinos y lo mejor de todo: una monarquía parlamentaria, pero al revés.
Sucede que allá, en Europa, el rey o la reina cumplen un rol institucional, protocolar. El pueblo conoce las funciones de los reyes y en líneas generales -con mayor o menor fervor- los bancan porque saben que el verdadero poder está en el en el primer ministro.
Acá es justamente al revés. Alberto Fernández –quien en nuestra monarquía vendría a ocupar el lugar de primer ministro-, no ejerce poder alguno en la vida política y económica del país, es decir, cumple un mero rol institucional, protocolar. Dicho en argento básico “está pintado”. Mientras que Cristina Fernández –en este caso la reina- es la que dirige el gobierno a gusto y placer, dicho otra vez en idioma nacional, “la tiene atada”.
Lo sorprendente del caso es que en las monarquías europeas, el primer ministro suele ser el hombre fuerte del gobierno, toma decisiones fríamente analizadas y se suma al concierto de los principales países del mundo, con algunas excepciones, que siempre hay.
En nuestro caso, el primer ministro balbucea, se olvida lo que iba a decir, anda por el mundo tratando de agradar a cada interlocutor con el cual se siente a conversar, nombra o saca ministros -por presión de la reina- como si fueran secretarios de un club barrial en vez de funcionarios de un gobierno y además se hace algún tiempito para tocar la guitarra, darle con furia al Whatssap hasta la madrugada y ya que está organizar con su querida Fabiola un cumpleañitos en medio de la cuarentena. En eso si se parece el primer ministro inglés, que también anduvo haciendo de las suya, la diferencia es que en el viejo mund Boris no lo pudo arreglar con 5 mil euros.
Por su parte, y a diferencia de las monarquías europeas donde la reina sabe cuál es su lugar ; vive y deja vivir mientras la gran mayoría del pueblo la ovaciona a su paso y ella recoge con placer esas mieles; aquí, nuestra reina vernácula, se dedica a hostigar a diario al primer ministro a quien humilla en persona o a través de un variopinto grupo de cortesanos que sin pudor alguno se rinde a sus pies, y hace lo que haga falta para agradar a su graciosa majestad so pena de caer en desgracia.
A pesar de esto, los escribas de palacio afirman que el 70 por ciento de la plebe ya no le rinde pleitesía, cosa que a la reina no le importa, total para cargar con el peso de su fracaso está el primer ministro por ella elegido ya quien ahora desconoce.
Mientras todo esto ocurre, millones de súbditos argentinos sufren de las intrigas palaciegas que en definitiva solo importan a quienes recorren los pasillos del castillo presidencial sin tener en cuenta que la mitad del reino es pobre y muchos de sus habitantes viven en la calle y no comen todos los días, a pesar que miles de sus compatriotas ven a diario como el recaudador pasa por sus graneros y alza cada vez con mayor codicia el fruto de su trabajo solo para satisfacer las demandas de una realeza enfrascada en su mundo.