Habilidad para defraudar
Sin lugar a dudas los políticos argentinos tienen una capacidad innata para sorprender y defraudar a la población, todo al mismo tiempo sin respiro.
Alguien se imagina a Williams Burns, jefe de la Cìa, a Jonathan Evans, titular del MI5 inglés, o a Geharard Schindler, jefe del servicio de inteligencia alemán decir , tal como dijo Agustín Rossi, capo de los espías vernáculos, que un avión tripulado por venezolanos e iraníes, es una suerte de escuelita aérea, sin ningún tipo de información que respalda dicha afirmación, solo porque a él le parece y “los nùmeros más o menos" le dan?
Mucho más cercano al quehacer diario de todos los argentinos; alguien ve Jacinda Ardern, presidente de Nueva Zelandia, o Kamala Harris vicepresidente de los Estados Unidos o Elisabeth Borne, primer ministro de Francia, culpando alegremente por los descalabros de la economía de sus países al dueño de una cadena de supermercados que en definitiva lo único que hizo fue - de la peor manera posible- blanquear una situación por todos conocida, excepto por la vicepresidente Cristina Fernández que al parecer va poco al supermercado?
Mientras todo esto sucede uno de cada diez argentinos experimenta hambre de manera cotidiana y 6 de cada 10 cayeron en la pobreza en los últimos 10 años. Peor aún, el 30 por ciento de la población jamás abandonó la pobreza, según un informe del Observatorio de la Deuda Social Argentina y Cáritas que es debastador y no deja lugar a especulaciones o relatos que intenten explicar lo inexplicable.
Estos datos son un mazazo para la clase política nacional, la que en ese mismo lapso, solo se ocupó de sus necesidades. Está a la vista.
Dirigentes políticos de todos los signos y colores se enfrascan en peleas propias de malevos del 1900 más que de representantes de la sociedad, mientras en la última década la pobreza y la indigencia crecen de manera alarmante sin que nadie lleve a cabo acción alguna para solucionar dicha situación. Es más, muchos dirigentes aumentaron su patrimonio durante este lapso de manera sorprendente.
La mitad del país es pobre, entendiendo esto por la falta de posibilidades de acceder a alimentación, vivienda o trabajo digno a punto tal que el 58% de la población solo consigue un empleo precario, de indigencia o está desocupado.
Cómo es posible que aquellos que viven con privilegios palaciegos pagados por todos los argentinos, no vean -o no quieran ver- lo que pasa a 10 metros de sus ojos?. Quizá sea porque las anteojeras del poder les tapan la visión o porque es más fácil echarle la culpa al antecesor, o peor aún, directamente ser indiferentes a dicha situación o inventar excusas increíbles para ocultar su torpeza.
El 10% de los argentinos pasa hambre cada día. Ya no hay comedores comunitarios, ni ollas populares que alcancen. Mientras tanto la clase política se revuelve en internas partidarias que están años luz de las necesidades de los habitantes que en muchos casos son su base electoral. Nada más ruin.
Pero no solo se debe poner el ojo sobre la clase política. Los dirigentes de las distintas organizaciones sociales, también hacen lo suyo. Se han convertido en los administradores de la necesidad ajena y utilizando la misma hasta para recaudar fondos. Un ejemplo de esto es el 2% que el Polo Obrero cobra a quienes reciben un Plan Trabajar a través de dicha organización, sea este aporte voluntario o no.
La sociedad necesita una palmada de aliento, un respiro y sin embargo lo único que recibe son cachetazos a la dignidad dados por quienes deberían trabajar para reconfortarlos.