QUÉ LE PASA A ALBERTO?

QUÉ LE PASA A ALBERTO?
Alberto Fernández, presidente.

En la Casa Rosada, en Olivos, en el Congreso, en las gobernaciones de provincia,  en los cafés donde se junta el denominado “círculo rojo” y hasta en el Instituto Patria -donde habitualmente no importan estas cuestiones-, en todos estos lados se preguntan “qué le pasa a Alberto?”.

Sucede que nadie se explica como el otrora jefe de Gabinete y ciertamente hábil  gestor de la política, conocedor de cada interruptor de la botonera del poder, de lealtades y traiciones, de valentonadas y recules y hasta de secretos inconfesables escuchados en los pasillos que a diario transitan quienes deciden los destinos del país, se haya convertido al menos, en un político sin medida de tiempo y oportunidad, virtudes que entre otras cuestiones son el ABC de la política vernácula.

Un conocido habitué de las tertulias del PJ nacional que tomaba  café seguido con el presidente y que poco a poco prefirió pasar a las sombras y no quedar pegado a la debacle gubernamental,  no dudó en afirmar que “Alberto perdió el sentido de la oportunidad, nadie entiende para qué  lanza indirectas de libertad partidaria que ahora solo lo convertirán en un blanco para el fuego amigo,  porque más temprano que tarde las respuestas a estas chicanas van  a llegar”, en obvia alusión a los dichos del presidente en Mar del Plata frente a decenas de empresarios.

La misma inobjetable fuente aseguró que “nadie en su sano juicio puede pensar que Alberto tiene chance alguna de ser reelecto. De presentarse quizá, también se presentan los candidatos del partido ecologista y sacan cinco votos, pero de allí a creer que es posible dar vuelta una derrota nacional el año que viene de su mano, es una locura”.

Fernández decidió la semana pasada salir al mercado y comprar más problemas.  Quienes siguen de cerca el tema aseguran que haber elegido ministras de su “aparente riñón”, para manejar dos ministerios  como el de Trabajo y el de Desarrollo Social, fue, a estas alturas, un error de principiante casi imperdonable.

Al nombrar a Kelly Olmos y Toloza Paz, el titular de la Rosada solo logrará mantener más o menos controladas esas cajas ministeriales - en es especial la que dejó Juanchi Zabaleta- y algo de poder, pero si se compara esto con el dolor de cabeza que se avecina habida cuenta de los reclamos sindicales y de los grupos piqueteros que no controla, la ecuación no cierra por ningún lado y deberá resolverla sin apoyo de sus copartidarios.

A esto se suma la absoluta soledad en la que se encuentra Fernández, a punto tal que –si bien se busca mostrarla como decisión de equidad-  hasta el momento - nunca se sabe-  no concurrirá a ningún acto por el 17 de Octubre, día en que se festeja la Lealtad peronista, cualidad que justamente parece ser que no prima en dicha fuerza. Además ya es vox populi que en dichos actos no faltarán criticas a la gestión presidencial inflación mediante.

Así las cosas el presidente Alberto Fernández, está solo, sin reflejos y encerrado en un laberinto de problemas debido en gran medida  a sus propias decisiones que no hacen más que poner en vilo a propios y extraños, que no terminan de entender cuál es el camino elegido, si es que hay uno.

D.R