LA EDUCACIÓN PRIVADA EN PROBLEMAS
El 70% de las escuelas privadas de la provincia de Buenos Aires, tiene alguna subvención que no es para el dueño de la escuela, sino que es un aporte a la familia para que la cuota sea menor.
La crisis económica no perdona escenarios. También se refleja en las escuelas privadas, que muchas familias eligen como alternativa para la educación de sus hijos. Martín Zurita, secretario ejecutivo de la Asociación de Institutos de Enseñanza Privada de la Provincia de Buenos Aires (Aiepba) dice que a partir de la pandemia se viene sosteniendo el descenso de alrededor del 15% en la matrícula del nivel inicial (jardín de infantes y prescolar). En primaria y secundaria, en cambio, puntualiza que hubo una disminución, pero menos significativa.
"No hay duda de que la pandemia primero y ahora la crisis inflacionaria hizo que algunos padres tuvieran que cambiar a sus hijos a escuelas privadas con una cuota de menor valor -explica-. Las familias realizan un esfuerzo enorme por evitarlo, pero a veces no se puede. Lo que vemos, también, es un aumento de la morosidad en las cuotas mensuales: una de cada 4 familias adeuda alguna cuota".
La licenciada en Psicopedagogía Rosana Mezzavilla es codirectora del Centro de integración Educativo Privado (CIEP) y de Espacio Naranjo, ambos en la ciudad de Córdoba: "Como instituciones privadas estamos en más de 90 de las escuelas de la provincia -comenta-. Y el 30% de los chicos se tuvo que pasar a escuela pública o ha quedado sin obra social porque los padres, al ser monotributistas y no trabajar más en relación de dependencia, no tienen cobertura. Esto se ha visto en todos los niveles escolares: inicial, primario y secundario".
Deuda
Zurita representa a una asociación que reúne a 2.500 de las 6.300 escuelas privadas de la provincia de Buenos Aires y agrega que entre cada familia y la escuela hay un contrato sobre el respeto del ideario y los reglamentos de la institución y que garantiza además que ningún alumno deba irse de la escuela durante el año lectivo aunque no puede afrontar el pago de las cuotas. "De un año a otro, sí, pero durante el año, eso no puede suceder", enfatiza.
Mezzavilla recuerda que "estamos atravesando un contexto social de crisis y transpandemia, que llevó a muchas familias a diferentes pérdidas, de trabajo, de hogar, volver a convivir con familiares de origen… y hubo que adaptarse. Creo que eso se ha vivido más dificultosamente en la clase media. Y los chicos no quedan excluidos de esta realidad". En ese sentido, agrega que un cambio de escuela puede producir en los alumnos y a todas las edades sentimientos como tristeza, enojo, estrés, bajo rendimiento escolar, dificultades de aprendizaje o inhibición.
Sin embargo, la psicopedagoga considera que aun en casos en que haya que concretar ese cambio siempre es posible ver posibilidades. Y parte de su tarea con las familias consiste en eso. "No se trata de negar lo que pasa, pero sí de reafirmar lo posible. Si los padres tienen que cambiar a su hijo de escuela, analizar los que se desea y lo que se puede. Por ejemplo, una familia debe vivir con los abuelos para sostener la escuela… Pero la casa de los abuelos queda a una hora, y no será fácil la convivencia… ¿Y si pensamos que una escuela nueva también implica nuevos amigos? ¿O que bajando la cuota se podrá seguir yendo al club, o a aprender un idioma?".
"En la secundaria hubo mucha deserción escolar entre los adolescentes -señala la licenciada Mezzavilla-. Los vínculos se sostuvieron en forma virtual y en la presencialidad se notó la pérdida de muchas habilidades. Hay habilidades tecnológicas, pero se perdió la habilidad de estar con otros, de estudiar con otros, de compartir". En este sentido, quienes pasaron de prescolar virtual a primaria presencial, de último año de la primaria virtual a primer año de la secundaria presencial y de último año de secundaria virtual a ingreso a la universidad presencial habrían enfrentado las transiciones más difíciles.
"Muchas familias con hijos chicos se tuvieron que adaptar a otra forma de cuidarnos a raíz de la pandemia -añade Zurita-, y por eso creemos que bajó también la matrícula inicial. Algunos solucionaron el problema contratando a personal que los cuidara en la casa u organizándose entre ellos para cuidarlos en forma alternada. Entonces de esa manera demoraron el ingreso a la escuela hasta la primaria, porque por más que las sala de cuatro y cinco son obligatorias en la Argentina, nadie te niega el acceso si el niño no las hizo".
Un cambio de escuela
Buena parte de las escuelas privadas, advierte Martín Zurita, realiza un gran esfuerzo por no incrementar el monto de sus cuotas mensuales. "Además de ser proyecto educativo, de tener todas las características del servicio educativo y social, nosotros somos también una pyme, tenemos que pagar impuestos, sueldos. El 70% de las escuelas privadas de la provincia de Buenos Aires, que representan casi la mitad del país, tiene alguna subvención. Y no se subvenciona al dueño de la escuela, sino que se está dando un aporte a la familia para que la cuota sea menor. Si no, la cuota sería mucho más alta”.
Info: G.N – I.P