CUANDO LO ANORMAL SE VUELVE NORMAL, SE PIERDE EL SENTIDO COMÚN

CUANDO LO ANORMAL SE VUELVE NORMAL, SE PIERDE EL SENTIDO COMÚN

 Si algo tienen a su favor buena parte de los integrantes de la clase política nacional es la memoria a corto plazo de los argentinos. De no ser así mucho de ellos no podrían no solo presentarse a elecciones nacionales, provinciales o municipales, sino que jamás podrían  ocupar un lugar  como vocal suplemente en la lista de una comisión barrial.
A esto se suma que debido a la crisis económico-social que afecta al país desde hace años, los habitantes crearon una suerte de anticuerpos que hacen que la mirada de la situación general se limite en muchos casos a sus propias necesidades o a lo que ahora se llama “el metro cuadrado”; cosa que es entendible luego de años de recibir dádivas para subsistir o cachetazos certeros si es que se rebelan.
El “plan de resignación” , como llaman algunos sociólogos a lo que le sucede a gran parte de la sociedad consiste en provocar a lo largo de los años un desazón generalizada que hace que el individuo se acostumbre a estar cada vez  peor.  A saber que “esa es su realidad y de allí no saldará”, “es lo que hay”, “lo que toca”  y con eso debe conformarse, y lo peor es que se intenta instalar el relato que indica que quienes lo llevaron a ese lugar son sus salvadores, cuando en realidad son sus verdugos.
Así es posible escuchar en cualquier conversación en la parada del colectivo, en una reunión familiar, laboral o en la cola del supermercado como personas aceptan esta resignación con la siguiente frase: “yo no la paso tan mal, hay otra gente que está peor". "No estamos tan mal, pero ya no vivo como antes ”, o  “ y está difícil, vamos tirando, ahora comemos carne  una vez por semana” o peor aún “al menos los  chicos comen casi siempre en la escuela y nosotros nos arreglamos con cualquier cosita”.
Un viejo refrán popular afirma que “según el tamaño del culo son los azotes”. Nada mejor para explicar cómo cada uno en su lugar va aceptando a regañadientes o con sumisión, pero aceptando al fin,  la realidad que le imponen sus salvadores-verdugos ,  ya sea menos aspiraciones personales, menos hambre de futuro y más de comida, más incertidumbre;  hasta llegar al temor a perder la ayuda del  gobierno de turno sin la cual en muchos casos creen que  les sería imposible sobrevivir.  
De esta forma  se pude ver como cuando lo anormal se vuelve normal, se pierde el sentido común.
 Cómo es posible que para reclamar lo que alguien  entienda son sus  derechos, deba pasar por encima de los derechos de los demás? Cómo es posible que se afirme que dónde hay una necesidad hay un derecho, entendiendo que las necesidades de unos son más importantes que las de los otros, por el solo hecho que quien decide cuáles son esas prioridades  inclina la balanza hacia quienes entiende lo apoyan, pero recurre al bolsillo de quienes enfrenta para poner en marcha esos derechos, que en definitiva tampoco se cumplen, sino que una vez más, conducen al camino del  plan resignación que cada día cuenta con más integrantes.
Actualmente bajo el gobierno del FdT hoy convertido en UxP, la pobreza llega al 42% y la  indigencia a el 10% de la población.
En el caso de la indigencia son casi 5 millones de argentinos que tienen problemas para comer una vez al día. Dicho así suena inimaginable, por lo que para tener mayor dimensión del tema basta con pensar  que toda la población de la provincia de  Neuquén, multiplicada por 5, no puede completar tres comidas cada día. O que casi el 30% de los habitantes de la provincia de Buenos Aires pasa por esa circunstancias. Sin embargo al parecer esto no se pondera con la rigurosidad debida o  la incidencia del plan de resignación es tan grande que la urgencia por  sobrevivir cuidando “el metro cuadrado” va más allá de lo pensado y es entendible ya que es fácil “filosofar” cuando se tienen las necesidades básicas satisfechas, es decir , la panza llena. El problema es que a este punto se llega no por casualidad sino de la mano de un relato que se da de bruces con la realidad.
Como si esto fuera poco, a fuerza de eufemismos se intenta romantizar la pobreza disfrazando la realidad con términos como “trabajadores de la economía popular”, cuando en realidad se trata nada más ni nada menos de cientos de miles de personas que hacen lo imposible para subsistir cada día. Lo peor del caso es que quienes defienden esta situación llevan una vida carentes de sobresaltos.
Lo que en otras época era orgullo nacional y se conocía como  “movilidad social ascendente” , dio pasó a su contracara :la “movilidad social descendente", habida cuenta de la continua caída de miles de familias en los niveles más bajo de la pirámide social, provocando así que el futuro sea cada vez mas incierto.

D.R